La HERstoria de a mística moderna
Soy una mujer y escribo. Soy plebeya y se leer. Nací sierva y soy libre. He visto en mi vida cosas maravillosas. He hecho en mi vida cosas maravillosas. Durante algún tiempo el mundo fue un milagro. Luego regresó la oscuridad. (…)Yo escribo. Es mi mayor victoria, mi conquista, el don del que me siento más orgullosa; y aunque las palabras están siendo devoradas por el gran silencio, hoy constituyen mi única arma.

Rosa Montero, La historia de rey transparente
¿Alguna vez has sentido que has perdido el tiempo, que ha sido inútil, que la lengua es demasiado larga para deshacer los códigos del hastío? ¿Alguna vez llegaste a tierra con la falda despedazada por el silencio y los espantos ajenos? Esta es la historia de Abigail, o tal vez la historia de Helena; una mujer que retoca sus labios en el espejo de un billar de una carretera cualquiera. Esta no es una historia, es el rasguño de lo que nunca será dicho, de lo que no quiso decirse, de lo que fue lanzado al viento sin tiempo para esconder la mano. Esta es la nohistoria de un eco que ríe, de palabras gastadas como la piel del miedo, de una mujer, de un mar, de un cofre vacío, de un hombre desdibujado frente al reflejo de Narciso, buscando en su sombra lo que no está esculpido por dentro. Esta es una nohistoria escrita con el estómago, los dientes y el animus de la monja muerta.

Las místicas* sembraban flores hasta el amanecer, se besaban, leían, cantaban, escribían versos y cultivaban el alma.

-¿El alma?

La dudosa alma, o eso que afloja cuando lloras y se extiende cuando el viento hace mover el cuerpo. Las místicas sabían que debían bañar su cuerpo con Altamisa en luna llena y Hierbabuena en mañanas soleadas para que saliera lo marchito, lo que les hacía detenerse, lo que no resplandecía porque estaba muerto. En esta nohistoria, Helena o Abigail es una mística que ríe en las noches de brisa fresca. Que no quiere contarse para otros sino para sí misma. Por eso no puede ser una historia. Por eso apenas es un rasguño en la espalda del misterio.

-¿…Decías?

Que también asomaba su cara al espejo de un lugar desconocido, lleno de hambrientos egos con la panza inflada, muecas ensordecedoras, violentos estallidos de palabras. Que mientras arremolinaba su falda para orinar en la letrina, escarbaba pensamientos y se sentía feliz de no poder escuchar lo que pasaba allá afuera. Silencio. A veces el silencio es una copa de helado de chocolate, un aperitivo para el viaje hacia el mundo subterraneo.

-¿Subterraneo?

Si, hacía allá se dirigía la Mística Moderna, hacia el mundo subterraneo; con ciclos, amaneceres, risueñas psiconautas y un espíritu guía que mecía su destino con desobediente delicadeza. De eso sabía la sabia: desobediencia para danzar en el tiempo, delicadeza para estar en silencio frente al río y después bailar con sus doradas piernas que ya no sentían el peso de los zapatos rojos. Correr no era su límite, tampoco nombrarse ni mostrarse con códigos escritos por otros para medir la cintura, el intelecto, los hombros y el porvenir.

-¿Y el muchacho?

El muchacho sólo fue un zumbido apagado que giró a la derecha diciendo y diciendo y nodiciendo. Por eso su papel en esta nohistoria tiene un final y es ahora.

-¿Y la Mística?

La Mística salió del billar sin pagar los 700 pesos del baño y subió a un coche. Muy adentro de su blusa guardaba una espina que le atoraba la respiración. Sacó la cabeza a la noche y respiró. Ese sólo acto, minúsculo y profundo, liberó su corazón. Escupió. La carretera a lo lejos es un camino florido sin hora ni dirección. Sabe irse y regresar hacia ella misma. Por eso no teme haber perdido la pócima ni la belleza ni las líneas de la mano. Escucha caminar sus pensamientos en lo alto del bosque mientras el coche dibuja espirales en el asfalto mojado. Allá arriba, en su viaje interno, el mundo se mueve como se mueven las hojas en el agua. Allá arriba puede seleccionar sus pensamientos como semillas que deben separarse para la siembra. Allá, acá, en lo más hondo de la piel todo tiene forma perfecta. La nohistoria es ahora su herstoria.



*Las místicas eran comunidades autónomas de mujeres que en la Edad Media tenían el saber y uso de las plantas medicinales y mágicas. Primeras sanadoras de la historia, curaron enfermedades, hicieron abortos, partos, literatura, música y ciencia. Perseguidas y asesinadas por la iglesia por disputar su poder económico y político, relegadas por la institución médica patriarcal al rol de curanderas y enfermeras, anuladas de los tratados de botánica, fueron descubiertas por la historiografía feminista que en la década del 70 desobedeció al prefijo HIS-tory, y propuso la HER-story o HER-storia, para referirse a la historia de las mujeres.
Seleccionado para la colección "Cuentos cortos contra la Autoridad"
Editorial El Aguijón
Medellín, Colombia
2014
Hildegarda de Bingen. Fotomontaje: Miss Yonqui
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